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Hacia la sanación

Todo el proceso luego del nacimiento y muerte de Pedrito fue muy doloroso y triste. Sobre todo triste. Nunca se encontró alguna causa o explicación. Decidimos hacerle exámenes a Pedrito y a mi también para poder encontrar algo. Al no saber la razón era más difícil hacer el proceso y darle un sentido a la partida de Pedrito. ¿Por qué paso?. De un día para otro él ya no estaba. Me deprimí mucho, dejé muchas cosas que me gustaban de lado, me apagué… Empecé a darme cuenta que parte de la dificultad para volver a sentirme feliz era el sentir que los demás ya no se acordaban de Pedro. Como no lo conocieron y quizás porque les complicaba hablarme del tema, nadie me hacía preguntas sobre cómo estaba, cómo me sentía, si lo echaba de menos. Me decían que lo mejor era tener otra guagua rápidamente y yo por el contrario sentía que tenía que tomarme mi tiempo, seguir mi ritmo. Y así fue, me permití vivir el dolor, las incertidumbres, lloraba cuando sentía pena y no me forzaba a tener que estar bien. De a poco empecé a sentirme con la necesidad de hacer simbólicamente una despedida para Pedro. Fuimos a la casa de la playa y debajo de un árbol muy bonito dejamos la cajita con las cenizas de Pedro y una carta escrita por Roberto y otra por mi. Rezamos y me volví a despedir de él. La tristeza me acompaña hasta el día de hoy, pero de a poco he podido ir dándole sentido al paso de Pedrito en mi vida. En esa sensación de desamparo en la que siento que estuvimos los dos, ha sido en la que me he centrado y justamente eso ha sido el pilar para tener fuerzas y buscar la contención y fuerza interior. Y teniendo a Pedrito siempre muy presente en mi vida, fue como al sentirme sanada y preparada llegó Amparo, la hermana menor de Pedrito.

Mire Sepúlveda

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Fernanda, nuestra gitanita, vino de paso y nos enseñó a que nada se puede planificar, la vida es como es… solo trae cosas y hay que “vivirlas”.

Dios nos entregó y nos regaló, al poco tiempo de perder a Fernandita, a Isidora nuestra ahijada, en quien podemos imaginarnos y proyectar como hubiese crecido. Ella vino a llenar nuestros corazones en un momento de mucho dolor y estamos agradecidos de sus papas Eduardo y María Paz por entregarnos esta linda misión.

Siempre pensamos en Fernanda. La pena vuelve y se va.
Ignacio y Matilde, nuestros hijos, ayudan a sanar la herida, pero sigue ahí, cicatrizando.

Andrea y Gabriel

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Hoy en día transitamos por este camino paso a paso, sin presionarnos, ni reprocharnos nada, intentamos respetar el proceso de cada uno, hemos pasado días muy difíciles por no poder ver crecer a nuestra primera hija, sin embargo también hemos vivido cosas hermosas y hemos conocido a personas maravillosas. Cuando se vive una experiencia como esta, no se comprende el por qué o para qué, sobre todo al principio. Humildemente creemos que no ayuda mucho buscar respuestas, pues probablemente no las encontraremos en esta vida. Actualmente esperamos a nuestr@ segund@ hij@ y a pesar de que muchos temores y aprehensiones han vuelto, a la vez esto ha llenado nuestras vidas de luz y esperanza.

Denisse e Iván

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“He buscado incesantemente entre chamanes y brujas, conexiones y sueños la respuesta y hoy sé que eres mi mejor maestra, te agradezco tanto que vinieras así aunque haya sido con destino de mariposa, me enseñaste el valor del momento presente, de lo que vinimos a aprender, nada es en vano, y todo es como debe ser y así en el misterio me encontré y te encontré hija de mi alma”.

Stefania, mamá Trinidad

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Hubo un día en que no pude articular las palabras que pensaba. Pensé que había sufrido un derrame cerebral, pero solo era la pena. Hubo momentos muy negros y tentaciones muy desoladoras. Pero salí adelante gracias a personas que estuvieron sosteniéndome y acompañándome: mi familia, mi sicóloga Paulina Palacios, algunas amigas, ciertas lecturas y especialmente Daniel, mi marido y mejor amigo.

Fue la palabra la que me salvó. La palabra dicha, la recibida y la escrita. Relatar constantemente lo que pasaba por mi corazón. Conversar, oralmente y por carta, con personas adorables, capaces de darse el tiempo para entender tu dolor. En una de esas conversaciones aprendí gracias a Josefina Errázuriz, acompañante espiritual, que Dios no pedía a Abraham el sacrificio de su hijo, sino que lo impedía. Descubrí en terapia que si bien el futuro es incertidumbre y que siempre puede venir un nuevo dolor, están las certezas que uno mismo se ha construido: los lazos y relaciones de amor y apoyo con tus seres más queridos.

Aprendí también que no todo tiene sentido, pero que lo importante es darle sentido a lo que nos ocurre, sobre todo cuando no lo hemos escogido.

Y comprendí que si bien hay ciertas muertes de uno mismo, nacen en uno otros rasgos, otras características, un nuevo yo. A veces me siento como aquel árbol podado, al que le nacen brotes donde antes no los hubo.

Blanca